La Teoría heliocéntrica es
la que sostiene que la Tierra y los demás planetas giran alrededor del Sol. El
heliocentrismo fue propuesto en la antigüedad por el griego Aristarco de Samos
(310 a.c. - 230 a.c.), quien se basó en medidas sencillas de la distancia entre
la Tierra y el Sol, determinando un tamaño mucho mayor para el Sol que para la
Tierra. Por esta razón, Aristarco
propuso que era la Tierra la que giraba alrededor del Sol y no a la inversa,
como sostenía la teoría geocéntrica de Ptolomeo e Hiparco, comúnmente aceptada
en esa época y en los siglos siguientes, acorde con la visión antropocéntrica
imperante.
Más de un milenio más tarde,
sin embargo, en el siglo XVI, la teoría volvería a ser formulada, esta vez por
Nicolás Copérnico, uno de los más influyentes astrónomos de la historia, con la
publicación en 1543 del libro De Revolutionibus Orbium Coelestium.
La diferencia fundamental entre la propuesta
de Aristarco en la antigüedad y la teoría de Copérnico es que este último
emplea cálculos matemáticos para sustentar su hipótesis. Precisamente a causa
de esto, y a pesar de que su libro fue prohibido por la Iglesia Católica hasta
1835, durante casi tres siglos, sus ideas marcaron el comienzo de lo que se conoce
como la revolución científica. No sólo un cambio importantísimo en la
astronomía, sino en las ciencias en general y particularmente en la cosmovisión
de la civilización.
A partir de la publicación
de su libro y la refutación del sistema geocéntrico defendido por la astronomía
griega y por la Biblia, la civilización rompe con la idealización del saber
incuestionable de la antigüedad y se lanza con mayor ímpetu en busca del
conocimiento.
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